Colosenses
Es uno de los veintisiete libros que constituyen el Nuevo Testamento. Es una breve carta dirigida a los cristianos de la ciudad de Colosas, en Frigia, al
sudoeste de Asia Menor. La carta se presenta como obra de Pablo de Tarso, autor de otras epístolas incluidas en el Nuevo Testamento, y la tradición
eclesiástica no cuestionó su autoría. Sin embargo, desde principios del siglo XIX se ha puesto en cuestionamiento que fuese Pablo el auténtico autor. En la actualidad, su autoría está en debate.
CAPITULOS BIBLICOS DEL LIBRO DE COLOSENSES
Libro de Colosenses | Libro de Colosenses |
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Capitulo 2 | Capitulo 4 |
colosenses explicado (capitulos y versiculos) |
Colosenses
¿Quienes fueron los Colosenses?
En la epístola hay elementos que permiten afirmar que fue escrita en prisión. Por ello, los partidarios de la autoría de Pablo consideran que fue escrita durante alguno de los períodos de encarcelamiento del apóstol narrados en los Hechos de los Apóstoles: su primera prisión en Roma, durante la cual disfrutó de una relativa libertad para predicar.
Colosas era una ciudad de Asia Menor, situada a unos doscientos kilómetros al este de Éfeso. Pablo no la evangelizó personalmente, sino que confió esa misión a Epafras, uno de sus discípulos, que era natural de allí. Cuando este colaborador fue a visitarlo, mientras el Apóstol se encontraba prisionero en Roma, le hizo saber el grave peligro que amenazaba a aquella comunidad. Bajo pretexto de «filosofía», algunos trataban de difundir una doctrina que asignaba a Cristo un lugar subordinado en la jerarquía de los seres espirituales que rigen el universo, los así llamados «elementos del mundo», cuyo culto recomendaban. Además, querían imponer el rito de la circuncisión, como también algunas prácticas ascéticas y determinadas prescripciones sobre fiestas y alimentos, que supuestamente debían completar la salvación comenzada por Jesús.
Para combatir estos errores, Pablo escribió su CARTA A LOS COLOSENSES, entre los años 61 y 63. En ella destaca claramente la supremacía absoluta de Cristo sobre todas las cosas y, en particular, sobre las jerarquías angélicas. Nadie puede compararse con él, que es «la esperanza de la gloria», y todos los poderes, sin excepción, le están sometidos. Esta Carta tiene muchos puntos de contacto con la que un tiempo después el Apóstol dirigió a los Efesios.
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