SALUDO
Al encontrarse, los israelitas pronunciaban fórmulas expresando mejores votos y bendiciones. Los más corrientes eran:
(a) «¡Bendito seas de Jehová!»; «¡Dios tenga misericordia de ti!», o una fórmula equivalente (Gn. 43:29; Rt. 3:10; 1 S. 15:13).
(b) «Jehová sea con vosotros», a lo que se respondía con «Jehová te bendiga» (Rt. 2:4)
(c) «¡Paz a vosotros!» o «¡Paz a ti!» (prosperidad) Éste era el saludo más frecuente (Lc. 24:36), todavía usado en nuestros días entre los judíos, evocando la respuesta «¡Paz a ti!» o « ¡Paz a ti y paz a tu familia!» (1 S. 25:6; Lc. 10:5)
(d) «¡Salud!» era una forma corriente durante el periodo gr. (Mt. 26:49; 27:29; 28:8; Lc. 1:28; en la versión Reina-Valera se traduce como «¡Salve!»).
(e) «¡Viva el rey para siempre!» era el saludo de los israelitas a sus soberanos (cfr. 1 R. 1:31); esta fórmula era empleada también por los judíos para dirigirse a los reyes de Babilonia y de Persia (Neh. 2:3; Dn. 2:4; 3:9; 5:10; 6:6, 11). Al despedirse se pronunciaban bendiciones (Gn. 24:60; 28:1; 47:10; Jos. 22:6), que acabaron tomando la forma convencional de «¡Ve en paz!» (1 S. 1:17; 20:42; 2 S. 15:9; Mr. 5:34; Hch. 16:36), lo que evocaba la respuesta «Halle tu siervo/a gracia delante de tus ojos», si se dirigía a un superior (1 S. 1:18). Abraham y Lot se levantaron para acoger a extraños, y se postraron delante de ellos, apremiándolos a aceptar su hospitalidad (Gn. 18:2; 19:1). Booz intercambiaba saludos con sus segadores (Rt. 2:4). Los caminantes saludaban a los trabajadores de los campos (Sal. 129:8). Se dejaba de saludar a los adeptos a otra religión (Mt. 5:47), a fin de no entablar relaciones espirituales con ellos (2 Jn. 11). Los mensajeros encargados de apresurarse en su comisión no debían saludar a nadie por el camino (2 R. 4:29; Lc. 10:4), porque el saludo oriental tomaba mucho tiempo. No implicaba una simple inclinación de cabeza o un ademán, sino una detención en la que se intercambiaban profundas reverencias y preguntas acerca de la salud de la familia y de los propios interesados, con intercambio de buenos deseos y bendiciones. Si alguien iba montado, debía descender de su montura o de su carro (1 S. 25:23; 2 R. 5:21).
Durante el periodo grecorromano en Palestina, los saludos epistolares eran de un estilo más directo y breve. El nombre del autor va en el encabezamiento «El rey Alejandro a su hermano Jonatán, salud» (1 Mac. 10:18) «El rey Demetrio al pueblo de los judíos, salud (1 Mac. 10:25; cfr. Hch. 15:23; 23:26; Stg. 1:1). La conclusión de la carta era, a menudo, una fórmula derivada del latín «Adiós» o más exactamente «¡pásalo bien!» (cfr. Hch. 15:29). Los judíos añadían un voto de paz (2 Mac. 1:1). Sus saludos eran frecuentemente detallados (2 Mac. 1:1-5) y siguiendo la antigua fórmula (2 Mac. 9:19, 20). De la misma manera, Pablo comienza sus cartas mediante saludos llenos de contenido (Ro. 1:1-7). En la Epístola a Timoteo, desea gracia, misericordia y paz a su hijo en la fe; pero el deseo ordinario es: «Gracia y paz a vosotros». El apóstol añade al final de sus cartas sus propios saludos y los de otros cristianos (1 Ts. 1:1; 5:26-28).