SAMUEL
= «pedido a Dios».
Profeta de Israel (1 Cr. 6:33), fue el primer gran profeta posterior a Moisés, y el último de los Jueces. Su padre, Elcana, era un levita de la familia de Coat, de la casa de Izhar, que descendía de Zuf (1 S. 1:1; 1 Cr. 6:26, 35). Esta familia había recibido su heredad en el monte de Efraín (Jos. 21:5; 1 Cr. 6:26, 35). Elcana vivía en Ramá
(1 S. 1:1, 19; 2:11). Elcana tenía dos esposas: Penina y Ana. Esta última, que era estéril, suplicó al Señor que le concediera un hijo, e hizo el voto de consagrárselo toda la vida, aparentemente como nazareo, ya que ella dijo: «Y no pasará navaja sobre su cabeza» (1 S. 1:11; cfr. Nm. 6:1- 5). Dios otorgó esta petición. Ana llamó al recién nacido Samuel. Cuando lo hubo destetado, lo llevó al Tabernáculo, en Silo, confiándolo a Elí, el sumo sacerdote, a fin de que lo formara para el servicio del Señor (1 S. 1; 2:1-17). El niño Samuel llevaba a cabo su tarea en presencia del Señor; vestía un simple efod de lino, vestidura de los sacerdotes cuando oficiaban, y también de los levitas (1 S. 2:18). El niño dormía en una estancia contigua al Tabernáculo, y por la mañana abría las puertas de la casa de Jehová, y ayudaba a Elí (1 S. 3:1, 3, 15). Samuel era sólo un joven cuando el Señor le reveló el juicio que caería sobre la casa de Elí, a causa de la insensata indulgencia del padre hacia sus indignos hijos (1 S. 3:1-18). Josefo dice que Samuel tenía entonces doce años (Ant. 5:10, 14), estimación probablemente correcta, pero de la que se desconoce la fuente. Cuando Samuel llegó a ser un hombre joven, todo Israel, de Dan a Beerseba, reconocía que era un profeta, porque el Señor se le reveló en Silo (1 S. 3:20, 21). Poco después caía el juicio predicho sobre la casa de Elí y sobre Israel: los dos hijos de Elí murieron sobre el campo de batalla, los filisteos se apoderaron del arca, y Elí murió al saber esto (1 S. 4:1-22). Los filisteos tuvieron que devolver el arca a los israelitas, sin embargo, ante las plagas de Dios, y quedó depositada en Quiriat-jearim, en casa de Abinadab. El nivel espiritual del pueblo era entonces sumamente bajo.
Después de la muerte de Elí, Samuel ejerció la autoridad, y se esforzó en rectificar las costumbres; veinte años después de la restitución del arca, había llegado a conseguirlo en cierta medida. Convocó entonces a los israelitas a Mizpa, cerca del lugar en el que había sido arrebatada el arca del pacto. El profeta les ordenó confesar sus pecados, ayunar delante de Jehová e implorar Su misericordia. Al saber esto, los
filisteos atacaron a los israelitas, que pidieron a Samuel que suplicara el socorro divino. El Señor otorgó la ayuda pedida mandando sobre los filisteos una terrible tormenta, bajo la que sufrieron una tremenda derrota. Mientras Samuel estuvo al frente de los israelitas, los filisteos renunciaron a atacar (1 S. 7:3-14). (Véanse FILISTEOS, SAMUEL [LIBROS DE].).
Samuel fue a la vez juez y profeta. En el ejercicio de estas funciones, iba cada año a Bet-el, Gilgal y Mizpa. Su residencia era Ramá, donde se hallaba una comunidad de profetas que lo ayudaban en su obra de reforma (1 S. 7:15-17; 19:18-20). En Ramá erigió un altar, por cuanto Dios había abandonado Silo. El arca no estaba a disposición del culto público, el pacto con Dios había quedado suspendido por la idolatría y los sacrilegios de los israelitas. Samuel era considerado como el representante de Jehová (véase ALTAR). Bajo su enérgica dirección, el país fue preservado de la dominación extranjera. A su vejez, Samuel estableció en Beerseba a sus dos hijos como jueces sobre Israel. Sin embargo, éstos se mostraron indignos de tan alto cargo, dejándose sobornar y pisoteando la justicia. A causa de la malvada gestión de ellos y de la amenazadora actitud de las naciones paganas a su alrededor, los ancianos y el pueblo pidieron la instauración de la monarquía. Dios ordenó al profeta que ungiera a Saúl como rey, y después a David, tras de que Saúl hubiera sido rechazado (véase SAMUEL [LIBROS DE]). Samuel murió mientras David, huido de Saúl, se hallaba en el desierto de En- gadi. Fue sepultado en Ramá; todo Israel lo lloró (1 S. 25:1). La noche antes de la batalla de Gilboa, Saúl pidió a una adivina que evocara a Samuel del Seol (1 S. 28:3-25). (Véase SAÚL, b.). Hemán, uno de los cantores de David, era nieto de Samuel (1 Cr. 6:33; cfr. v. 28). Samuel figura entre los héroes de la fe del AT (He. 11:32).
SAMUEL (Libros)
(a) Nombre y subdivisión.
Estos dos libros constituían al principio un solo volumen, como lo atestigua una nota masorética en 1 S. 28:24, afirmando que este versículo es el central de la obra. Hay mss. hebreos, y la enumeración que hace Josefo de los libros del AT presentan esta obra como un todo. Bomberg introdujo esta división en la Biblia rabínica que hizo aparecer en Venecia, de 1516 a 1517, división procedente de la LXX y de la Vulgata.
Esta obra lleva muy justamente el nombre de Samuel: este juez es el personaje más importante durante la primera mitad del período de que se trata. Él fue además uno de los más grandes profetas de Israel, que organizó el reino, y fue el instrumento de Dios en la elección de Saúl y de David, ayudando asimismo a Saúl durante todo el tiempo en que este rey permaneció fiel a la voluntad de Dios. Como la obra contiene la historia de los dos primeros reyes, en la LXX se divide en dos partes, que allí reciben el nombre de Primer y Segundo Libro de los Reinos. En cuanto a los dos libros históricos siguientes (1 y 2 Reyes en nuestras versiones), la LXX les da el nombre de 3 y 4 de los Reinos. Jerónimo, en la Vulgata, cambia el título «Libro de los Reinos» por el de
«Libro de los Reyes».
En el canon hebreo, 1 y 2 Samuel quedan encuadrados dentro de los Profetas anteriores.
(b) Contenido.
Se pueden distinguir tres secciones.
(A) Samuel, profeta y juez (1 S. 1-7): su nacimiento, infancia, llamamiento al ministerio profético (1 S. 3:20); su autoridad indiscutida, después de la muerte de Elí (cap. 4); su obra de reforma y el triunfo de su intervención espiritual, en el momento en que los filisteos atacan a Israel, lo que le otorga el papel de juez liberador (1 S. 7: 1-12). Sumario de los resultados de su administración (1 S. 7:13-17).
(B) Reinado de Saúl (1 S. 8-31).
(I) El pueblo pide al anciano Samuel que establezca un rey sobre Israel. El profeta accede, bien a su pesar (cap. 8). Samuel conoce a Saúl; le da, privadamente, la unción real (1 S. 9:1-10:16). Samuel convoca al pueblo en Mizpa, donde Saúl es elegido rey por suertes (1 S. 10:17-26), y es menospreciado por algunos malcontentos (1 S. 10:27). La victoria de Saúl sobre los amonitas confirma su condición de rey (1 S. 11). Samuel dirige un discurso al pueblo, y se retira a continuación de la vida pública (1 S. 12).
(II) Los filisteos son derrotados, pero Saúl desobedece la orden de Jehová con respecto al sacrificio (1 S. 13). Jonatán ataca una guarnición filistea y pone a los enemigos en fuga (1 S. 14:1- 46). Recapitulación de las guerras de Saúl (1 S. 14:47, 48). Su familia (1 S. 14:49-51). Relato detallado de la guerra contra los amalecitas; Saúl desobedece por segunda vez las órdenes de Dios (1 S. 15).
(III) Últimos años del reinado de Saúl; su actitud con respecto a David (1 S. 16-31). Dios rechaza a Saúl, y ordena a Samuel que unja a David (1 S. 16:1-13). Saúl, atormentado por un espíritu
maligno, invita a David, tañedor de arpa, a la corte (1 S. 16:14-23). David mata a Goliat y se queda desde entonces con el rey (1 S. 17:1-18 5). Celos de Saúl; atenta contra la vida de David (1 S. 18:6- 19:17). Huida y vida errante de David (1 S. 19:18- 27:12). Invasión filistea; Saúl consulta a la adivina de Endor (1 S. 28). Batalla de Gilboa, muerte de Saúl (1 S. 31). El rey David (2 S. 1-24). David se entera de la muerte de Saúl (2 S. 1). Rivalidad de David apoyado por los hombres de Judá con Is- boset sostenido por todas las otras tribus (2 S. 2- 4). David proclamado rey por todas las tribus de Israel (2 S. 5:1-3). Su reinado (2 S. 5:4-24:25) (Véase DAVID)
(c) La institución de la monarquía marca un importante punto de inflexión en la historia de Israel. A la teocracia de Moisés y de Josué había sucedido la anarquía de los tiempos de los Jueces. Samuel rectificó la situación, pero el pueblo no estaba dispuesto para depender de una manera directa del Dios santo. Por otra parte, la falta de fe que tenían los hacía temblar ante sus enemigos, y les hizo abrigar el deseo de tener un rey «como tienen todas las naciones» (1 S. 8:5). Samuel expresó su vivo desagrado (1 S. 8:6, 12, 17-19), y el Señor le señaló que era a Él mismo y Su autoridad que el pueblo rechazaba (1 S. 8:7-9). Saúl fue entonces elegido con todas las advertencias previas en cuanto a la gravedad de su decisión (1 S. 8:10-10:27; 11:12-25); con todo, en Su condescendencia, Dios no abandonó a Su pueblo. Sostuvo a Saúl en tanto que éste permaneció fiel (1 S. 10:24-26; 11:6-13; 12:22; 14:23), pero lo rechazó a causa de sus desobediencias (1 S. 13:13-14; 15:22-23). A continuación David fue elegido, «el varón elegido según el corazón de Dios» (1 S. 16:1-13), que anduvo verdaderamente en los caminos de Jehová (excepto en el asunto de Urías, 1 R. 15:5). El Señor le prometió que de su línea surgiría el Mesías (2 S. 7:8-16), el rey divino, único capaz de cumplir el plan de Dios y de establecer la teocracia sobre bases justas y eternas. «Esta superposición de los dos designios, uno divino y espiritual, y otro humano y carnal, se manifiesta en la historia de Saúl y de David a través de todo el libro (Manley, «Nouveau Manuel de la Bible»,
p. 176; cfr. E. Robertson, «Samuel and Saul»).
(d) Redacción, fecha, autenticidad.
Samuel escribió en un libro «las leyes del reino», y lo depositó delante de Jehová (1 S. 10:25). Las acciones destacadas de David fueron consignadas en los «libros» de Samuel el vidente y de los profetas Natán y Gad, obras conocidas por el redactor del libro de Crónicas (1 Cr. 29:29). El
mismo Samuel murió antes del final del reinado de Saúl (1 S. 25:1); pero en la corte de David se hallaban Josafat, cronista, y Seraías, el escriba (2
S. 8:16-17). Por otra parte, está claro que un pasaje como 2 S. 5:4-5 tuvo que ser escrito después de la muerte de David. Se ha preguntado si la alusión a los reyes de Judá en 1 S. 27:6 significa que este libro fue acabado después del cisma. Sin embargo, la distinción entre Judá e Israel ya existía en la época de David (1 S. 11:8; 17:52; 2 S. 3:10; 24:1). Se puede citar también del libro apócrifo 2 Mac. 2:13: «Nehemías… había reunido una biblioteca y puesto en ella los libros de los reyes, los de los profetas y los de David.» Es indudable que nuestros dos libros de Samuel debían hallarse en esta colección, y por consiguiente formarían parte del canon desde antes de la época de los Macabeos. La redacción de 1 y 2 Samuel parece haber sido hecha al inicio de la monarquía, sobre la base de los documentos de primera mano ya mencionados. Kirkpatrick admite como básicamente cierta la tradición que atribuye al mismo Samuel la sección de 1 S. 1-24 y el resto a Natán y a Gad. Añade además que si este libro fue redactado por medio de las crónicas de Samuel, de Natán y de Gad, y completado gracias a documentos provenientes de las escuelas de los profetas, procede entonces de los mejores documentos posibles (Cambridge Bible). En efecto, «el autor de estos vivaces y detallados relatos, sencillos y carentes de artificio, vivió indudablemente no mucho después de los sucesos relatados. Los detalles geográficos son escrupulosamente exactos, y la ausencia de nombres compuestos con el de Baal, señala el profesor Hommel, se explica por la influencia de Samuel» (Manley, op. cit., p. 175, y Hommel,
«Ancient Hebrew Tradition»). La presentación de Elí sin comentarios de ningún tipo en 1 S. 1:3 lleva a pensar que era todavía recordado con claridad. Además, se puede constatar en 1 y 2 Samuel una unidad de plan y de objetivo que muestra que los documentos históricos anteriores han sido manejados por un solo autor.
A pesar de todo lo anterior, hay algunos críticos que insisten en ver en esta obra una amalgama de dos (o tres) fuentes divergentes, semejantes a las pretendidas para el Pentateuco (véase PENTATEUCO). En esta especulación, para el
«autor J», en el siglo X a.C., Samuel sería un vidente desconocido; para E, en el siglo VIII a.C., se trataría de un gran héroe nacional. Más tarde se habrían dado añadiduras, durante el siglo VI, por parte de un autor «deuteronónico», que habría modificado ciertos pasajes según sus
convicciones. En realidad, hay sólo unos pocos puntos oscuros, lo cual no es de sorprender en un libro tan antiguo.
(A) La doble presentación de David a Saúl (1 S. 16:17-23 y 17:55-58). Sin embargo, se trata de una aparente dificultad con una explicación satisfactoria: en el primer pasaje el rey tenía suficiente conque el joven tañedor de arpa le distrajera; sin embargo, para dar su hija al vencedor de Goliat, deseaba saber con toda precisión posible quién era el padre y la familia de David.
(B) El doble relato de la muerte de Saúl parece contradictorio a primera vista (1 S. 31:4-5; 2 S. 1:6-10). No obstante, es evidente que el extranjero amalecita, conociendo la persecución de que había sido objeto David por parte de Saúl, le mintió para conseguir un beneficio propio; para amarga sorpresa suya, se encontró conque se había acusado de un crimen a los ojos de David, muriendo a causa de su embuste. La aparente contradicción no es tal, sino que deriva de un falso relato de un amalecita frente al genuino anterior.
(C) El proverbio «¿Saúl también entre los profetas?» se cita dos veces (1 S. 10:11; 19:24); pero no hay ninguna razón para que no haya podido recibir su origen de dos circunstancias repetidas.
(D) Otros críticos ven «dobletes» en las dos ocasiones en que David perdonó la vida a Saúl (1
S. 24:7; 26:9), pero no hay nada en contra de que David repitiera su acto magnánimo; se debe tener en cuenta que las persecuciones de Saúl contra David duraron más de diez años (2 S. 5:4). Además de las plausibles soluciones que tienen estas aparentes dificultades, el libro presenta una sólida homogeneidad argumental, estilística y de plan. Se puede afirmar que el libro de Samuel es una de las mejores obras en prosa de la literatura hebrea.
Con respecto a los antiguos mss. de Samuel hallados en Qumrán, véase QUMRÁN (MANUSCRITOS DE), V, Cueva 4 (4Q).