Escribe lo que andas buscando

 

TEMPLO

Posted on

TEMPLO

Significa, en un sentido general, todo edificio destinado a un culto (Jl. 3:5; Esd. 1:7; 5:14; Hch. 19:27). Sinónimo de Tabernáculo en 1 S. 1:9; 3:3;
2 S. 22:7; cfr. Ap. 15:5). Sin embargo, este

término se aplica con mayor frecuencia al Templo de Jerusalén, en sus sucesivas construcciones, erigido para el culto al Señor.
(a) El Templo de Salomón.
David se propuso reemplazar el tabernáculo portátil por un edificio permanente, y reunió la mayor parte de los materiales necesarios para este fin (2 S. 7; 1 R. 5:3-5; 8:17; 1 Cr. 22; 28:11-29:9).
Reunió cien mil talentos de oro, un millón de talentos de plata (1 Cr. 22:14), y a ello añadió tres mil talentos de oro y siete mil de plata de su propia fortuna. Los príncipes aportaron cinco mil talentos de oro, diez mil dáricos de oro, y diez mil talentos de plata (1 Cr. 29:4, 7). El total vino a ser de ciento ocho mil talentos de oro, diez mil dáricos de oro, y un millón diecisiete mil talentos de plata. David se había enriquecido mediante sus conquistas, y los pueblos que le estaban sometidos le pagaban tributo; de esta manera, pudo poner a disposición de Salomón metales de gran precio que le serían más que suficientes para la construcción del Templo (1 R. 7:51; 2 Cr. 5:1). Para la extraordinaria riqueza de este rey, véase SALOMÓN. El edificio comenzó a ser edificado en el año cuarto de Salomón, y fue acabado en siete años y seis meses (1 R. 6:1, 38). La alianza de Salomón con Hirán, rey de Tiro, facilitó al rey de Israel las maderas del Líbano y artesanos fenicios. Salomón hizo una leva de treinta mil israelitas, que iban a trabajar al Líbano, a turnos de diez mil cada mes (1 R. 5:13). Entre los descendientes de los cananeos del país de Israel, Salomón hizo una leva forzosa de ciento cincuenta mil hombres (1 R. 5:15; 9:20, 21; 2 Cr. 2:2, 17,
18). Había quinientos cincuenta jefes de obra y tres mil trescientos capataces (1 R. 5:16; 9:23); de ellos, tres mil seiscientos eran cananeos y doscientos cincuenta israelitas (2 Cr. 2:18; 8:10). El Templo fue erigido sobre la colina de Moria, sobre el emplazamiento de la era de Ornán el jebuseo (2 Cr. 3:1). El plan del Templo reproducía el del Tabernáculo, pero sus dimensiones eran dobles y la decoración más suntuosa. El interior medía sesenta codos de longitud por veinte de anchura y treinta de altura (1 R. 6:2); la altura difería así en proporción a la del Tabernáculo. Los muros estaban hechos de piedras totalmente talladas en la cantera (1 R. 6:7); la techumbre era de cedro (1 R. 6:9). El suelo estaba hecho con planchas de madera de ciprés, y las paredes fueron recubiertas de cedro, del suelo al techo (1 R. 6:15; 2 Cr. 3:5). Todo el interior estaba recubierto de oro (1 R. 6:20, 22, 30; 2 Cr. 3:7, etc.). Sobre las paredes se esculpieron querubines, palmeras y flores. El Lugar Santísimo («debir») era un cubo

de veinte codos de arista (1 R. 6:16, 20). El espacio de diez codos de altura entre el cielo raso y el techo estaba probablemente ocupado por cámaras recubiertas de oro (1 Cr. 28:11; 2 Cr. 3:9). El arca se hallaba en el Lugar Santísimo (1
R. 8:6), bajo las alas de dos gigantescos querubines hechos de madera de olivo y recubiertos de oro. Cada uno de ellos medía diez codos de altura (alrededor de cinco metros y cuarto), y la longitud de cada una de sus alas medía cinco codos. Las alas exteriores de los querubines tocaban los muros, y las otras dos se unían. En el centro, por encima del propiciatorio, los dos querubines contemplaban el arca (1 R. 6:23-28; 2 Cr. 3:10-13). Un tabique de madera de cedro, recubierto de oro por los dos lados, separaba el lugar santo («hekal») del Lugar Santísimo («debir»). Había una puerta de dos hojas de madera de olivo, adornada de palmeras, flores y querubines, y recubierta de oro, que permitía el paso, y un velo análogo al del Tabernáculo la recubría (1 R. 6:16, 21, 31, 32; 2 Cr. 3:14; cfr. Ant. 8:3, 3 y 7).
El lugar santo media cuarenta codos de largo, veinte de ancho y treinta de alto. Los muros tenían ventanas anchas en su interior, y estrechas en su exterior, probablemente cerca del techo (1 R. 6:4). El altar de incienso no era de acacia, como en el Tabernáculo, sino de cedro recubierto de oro (1 R. 6:20, 22; 7:48). Este altar estaba relacionado con
el Lugar Santísimo (1 R. 6:22; cfr. He. 9:3, 4), pero se hallaba en el lugar santo, delante del velo de separación, por cuanto el sumo sacerdote debía ofrecer el incienso cada día, en tanto que sólo entraba una vez al año en el Lugar Santísimo. Había no sólo un candelero, como en el Tabernáculo, sino diez candeleros de oro; de la misma manera, en lugar de una, había diez mesas; es indudable, sin embargo, que los panes de la proposición sólo se ponían sobre una mesa, de la misma manera que sólo se usaba un candelero cada vez (cfr. 2 Cr. 13:11; véanse CANDELERO, PAN DE LA PROPOSICIÓN). Las puertas que daban acceso al lugar santo desde el exterior eran de ciprés (1 R. 6:33, 34).
Un edificio de tres pisos se apoyaba contra la parte trasera del Templo y sus dos laterales (1 R. 6:5- 10). El pórtico delante de la entrada principal medía diez codos de ancho, veinte de largo y ciento veinte de alto (1 R. 6:3; 2 Cr. 3:4). A cada lado del pórtico se levantaban dos columnas de bronce: Boaz y Jaquín midiendo cada una de ellas dieciocho codos de altura, ricamente decoradas (1
R. 7:15-22; 2 Cr. 3:15-17). El Templo tenía dos atrios, el interior elevado, reservado a los

sacerdotes y el gran patio exterior (2 R. 23:12; 2 Cr. 4:9; Jer. 36:10). Los dos atrios estaban separados por la misma diferencia de nivel entre ellos, y por un muro bajo, hecho de tres hileras de piedras labradas y de una hilera de vigas de cedro (1 R. 6:36; 7:12). El altar de bronce, para los holocaustos, se hallaba en el atrio de los sacerdotes (1 R. 8:64; 2 R. 16:14; 2 Cr. 15:8); era unas cuatro veces mayor que el del Tabernáculo (2 Cr. 4:1). También en este atrio interior estaba el mar de bronce (gran cuba de bronce), y había además diez fuentes de bronce (1 R. 7:23-39). La gran cuba servía para las abluciones de los sacerdotes, las fuentes estaban destinadas para lavar los objetos empleados en los sacrificios (2 Cr. 4:6, véanse: ALTAR, BRONCE [MAR DE]).
El pueblo se quedaba en el gran atrio exterior (cfr. 1 R. 8:14), pavimentado (2 Cr. 7:3) y rodeado de un muro con numerosas puertas (2 Cr. 4:9, cfr. Ez. 40:5). En el año 587 a.C., los babilonios se apoderaron de Jerusalén; saquearon este templo, incendiándolo (2 R. 25:8-17).

TEMPLO, DE ZOROBABEL

(b) El Templo de Zorobabel.
Ciro permitió a los israelitas que construyeran un templo de sesenta codos de anchura y sesenta codos de altura (Esd. 6:3; cfr. Ant. 11:4, 6). No se hace mención de la longitud. Comenzado en el año 537 a.C., el segundo año después del retorno del exilio, fue acabado en el año 515, en el año sexto de Darío, a pesar de la oposición de los samaritanos (Esd. 3:8; 6:15; Contra Apión 1:21). Las dimensiones de las panes del templo no se indican. El nuevo edificio seguía las líneas básicas del Templo de Salomón, pero sin su esplendor (Esd. 3:12). Sin embargo, tendría un destino aún más glorioso, a causa de la venida, ya más cercana entonces, de Jesucristo (Hag. 2:3, 9). Se usaron cedros del Líbano (Esd. 3:7) y metales preciosos ofrecidos voluntariamente como durante la peregrinación por el desierto (Esd. 1:6; 2:68, 69). Se habían recuperado numerosos utensilios del Templo de Salomón (Esd. 1:7-11). Las paredes interiores se recubrieron de oro. El Templo, como en el pasado, se dividía en Lugar Santísimo y lugar santo, indudablemente separados por un velo (1 Mac. 1:21, 22; 4:48, 51). Sin embargo, el Lugar Santísimo estaba vacío, por cuanto el arca había desaparecido (Cicerón, pro Flac. 28; Tácito,

Historias 5:9). En el lugar santo se hallaba el altar del incienso y, al igual que en la época del Tabernáculo, sólo un candelero de oro y una sola mesa para los panes de la proposición (1 Mac. 1:21, 22; 4:49). Las cámaras exteriores eran
contiguas al edificio (Neh. 10:37-39; 12:44; 13:4;
1 Mac. 4:38), que rodeaban los atrios (Neh. 8:16;
13:7; Ant. 14:16, 2); había también un mar de bronce (Eclo. 1:3) y un altar para los holocaustos (Esd. 7:17), hecho de piedra (1 Mac. 4:44-47). Una balaustrada de madera separaba el atrio de los sacerdotes del atrio exterior (Ant. 13:13, 5). Había unas puertas para cerrar el templo y sus atrios (Neh. 6:10; 1 Mac. 4:38).

(c) El Templo de Herodes.
El Templo de Herodes sobrepasó la belleza del anterior. Josefo, que lo conocía bien, lo describe detalladamente (Ant. 15:11; Guerras 5:5); también se dan datos en la Misná (Middoth). Antes de derribar el santuario antiguo, Herodes hizo preparar los materiales necesarios. Los trabajos comenzaron el año decimoctavo del reinado de Herodes, en el año 20-19 a.C. Herodes asignó a los sacerdotes la tarea de construir la parte en la que sólo ellos tenían el derecho a entrar. Un año y medio más tarde habían finalizado la tarea. Otros obreros tardaron ocho años para construir los pórticos. El edificio no fue acabado hasta la época del procurador Albino (62-64 d.C.; Ant. 15:11, 5-
6; 20:9, 7; cfr. Jn. 2:20). El conjunto ocupaba dos veces más espacio que el templo anterior (Guerras 1:21, 1). La parte principal, hecha de bloques de piedra blanca, tenía la misma longitud y anchura que en la época de Salomón, pero la altura era de cuarenta codos, en lugar de treinta, sin contar una sala superior. El edificio contenía un Lugar Santísimo y un Lugar santo, análogo a las etapas anteriores. Un velo separaba el Lugar santo del Santísimo, que estaba vacío (Guerras 5:5, 5). Cuando Cristo expiró, este velo se rasgó por medio, de arriba abajo, significando que toda alma redimida puede, desde entonces, entrar en la misma presencia de Dios (Mt. 27:51; He. 6:19; 10:20). En el Lugar santo había un altar de oro para el incienso, una mesa de oro para los panes de la proposición, y un candelero de oro. Un gran pórtico al este llevaba a la puerta del Lugar santo. Esta puerta era de madera dorada y tenía cuatro hojas; delante de ella había un velo de lino fino, mezclado de azul, púrpura y carmesí. Una enorme vid con grandes uvas decoraba el interior del pórtico. La parte trasera del templo y los dos laterales estaban rodeados de un edificio suplementario de una altura de cuarenta codos,

albergando cuarenta y ocho cámaras (Guerras 6:4, 7). Este anexo tenía asimismo dos alas. Una de ellas tenía una escalera de caracol. La longitud exterior de este anexo era de cien codos, y su anchura de cincuenta y cuatro. Con las dos alas laterales, la anchura llegaba a los setenta codos.
Encima del Lugar santo y del Santísimo había estancias. Delante de la fachada había un pórtico de cien codos de largo y veinte de ancho. Herodes hizo poner encima de él un águila de oro (Ant. 17:6, 2-3; Guerras 1:33, 23). Una escalera de doce peldaños descendía del pórtico del Lugar santo al atrio de los sacerdotes, que rodeaba al edificio sagrado. En este patio se hallaba el altar para los holocaustos, con una altura de quince codos; su base era un cuadrado de cincuenta codos de lado. Este altar estaba provisto de una rampa de acceso. Había una fuente en lugar del mar de bronce. Un muro de alrededor de un codo de espesor cerraba el atrio de los sacerdotes. Había un gran atrio que rodeaba a éste, dos veces más grande que el del antiguo templo, y rodeado por un muro de veinticinco codos. Contra este muro se alineaban las cámaras de almacenamiento (Guerras 6:5, 2). Delante de estas cámaras se levantaba un pórtico cubierto que miraba a los lados del templo. La parte occidental de este gran atrio, que estaba separado por un muro de la parte oriental, constituía el atrio de Israel, donde sólo podían entrar los varones. La parte oriental, el atrio de las mujeres, ocupaba un plano inferior. Del atrio de los hombres se abría una gran puerta en el centro del muro, y quince escalones llevaban al atrio de las mujeres, totalmente prohibido a los extranjeros. Unas murallas separaban este atrio del atrio exterior, llamado también atrio de los gentiles, que estaba rodeado de magníficos pórticos.
La Torre Antonia ocupaba el ángulo noroeste del atrio exterior, cortando sus pórticos. Desde lo alto de sus torres se podían vigilar los edificios sagrados. Había inscripciones mediante las que se prohibía a los gentiles, bajo pena de muerte, entrar en los otros atrios. El triple muro de separación (cfr. Ef. 2:14) estaba atravesado por nueve puertas, recubiertas de oro y plata, y semejantes a torres (Hch. 3:2, 10). La diferencia de niveles era de quince codos entre el vestíbulo del Lugar santo y el atrio de los gentiles. De aquel vestíbulo se descendían doce peldaños al atrio de los sacerdotes, quince peldaños más llevaban del atrio de Israel al de las mujeres; de allí, cinco peldaños más llevaban a la explanada, donde catorce gradas más llevaban al atrio de los gentiles. Este atrio de los gentiles rodeaba totalmente el recinto sagrado

y tenía la forma de un cuadrado (Guerras 6:5, 4). Según Josefo, el perímetro era de seis estadios (1.110 m.) (Guerras 5:5, 2). Estaba enlosado y sus pórticos estaban cubiertos de cedro tallado (Ant. 17:10, 2; cfr. Guerras 6:3, 2). El pórtico meridional contaba con ciento sesenta y dos columnas repartidas en cuatro hileras que formaban una triple avenida. Cada columna, tallada de un solo bloque de piedra blanca, tenía una altura de veinticinco codos. El pórtico que iba a lo largo del muro oriental era considerado un resto del primer templo, y llevaba el nombre de pórtico de Salomón (Jn. 10:23; Hch. 3:11; Ant. 20:9, 7; Guerras 5:5,1). Es en el atrio de los gentiles que había cambistas y vendedores con permiso de comerciar (Mt. 21:12; Jn. 2:14). Unas imponentes murallas rodeaban todo el recinto. Al oeste había cuatro puertas que rodeaban estas murallas: dos en su zona norte, que llevaban a los suburbios; la tercera, que llevaba hacia el valle de Tiropeón, en el lugar del arco de Wilson; la cuarta, más al sur, se dirigía al valle (Ant. 15:11, 5). La muralla meridional tenía dos puertas, llamadas Hulda. En la muralla oriental se hallaba la puerta llamada Susa. Además, Josefo menciona otra puerta de la muralla septentrional (Guerras 6:4, 1). Durante el asedio de Jerusalén por parte de los romanos, en el año 70 d.C., los judíos incendiaron una parte del pórtico que comunicaba con la Torre Antonia. A pesar de la prohibición de Tito, que quería salvar el Templo, un soldado romano le prendió fuego entonces (Guerras 6:3,1; 4:5; cfr. 5:1; 9:2). Los romanos derribaron las murallas (7:1, 1). En el año 136 d.C., o algo antes, el emperador Adriano erigió un santuario a Júpiter Capitolino sobre la explanada del Templo. Juliano el Apóstata intentó, el año 363, reconstruir el Templo, a fin de refutar la profecía de Cristo (Mt. 24:1, 2). Los obreros, sin embargo, afirmaron después que llamaradas que surgían repetidas veces del suelo les impidieron echar los cimientos. En el año 691, ‘Abdal-Malik construyó, sobre la explanada del Templo, la «Cúpula de la Roca», que recibe erróneamente el nombre de «Mezquita de Omar».

(d) El Templo mesiánico futuro.
El profeta Ezequiel describe en su libro el Templo mesiánico (Ez. 40-48), que se hará realidad durante el Milenio (Véase EZEQUIEL [LIBRO DE]).

(e) Situación del Templo.
De manera general se acepta que el edificio principal del Templo se levantaba donde en la

actualidad se levanta la «Cúpula de la Roca», en la explanada del Templo. Asher S. Kaufman, en un prolijo estudio de campo y de fuentes históricas, documenta sin embargo que el cuerpo del santuario, orientado de oeste a este, tenía el Lugar Santísimo centrado en la pequeña cúpula Qubbat el-Arwah (ár.: «Cúpula de los Espíritus»), también llamada Qubbat el-Alouah (ár.: «Cúpula de las Tablas»). Según M. de Vogüé, este último nombre se debía a que esta cúpula estaba dedicada a la memoria de las Tablas de la Ley. Esto coincide con el hecho de que en el Santísimo estaba el arca, conteniendo las Tablas de la Ley (Vogüé, «Le Temple de Jerusalem», París, 1864, p. 105). Kaufman da en su artículo una interesante reconstrucción doble del Templo de Salomón y de Zorobabel superpuestos a la explanada del monte del Templo. El resultado es que en ambos casos el Templo, con el santuario, el atrio de los sacerdotes y altar del holocausto, así como el atrio exterior, ocupa el espacio libre de la explanada al norte, quedando su muro meridional a unos veintidós metros de la Cúpula de la Roca (véase Kaufman:
«Where the Ancient Temple of Jerusalem Stood», en Biblical Archaeology Review, vol. IX, n.0 2, marzo/abril 1983, PP. 40-59).

(f) Sentido espiritual.
En sentido espiritual, Cristo habla de Su cuerpo como templo (Jn. 2:19); los cristianos son ahora el templo de Dios, en quienes mora el Espíritu de Dios. También el cuerpo de cada creyente en el Señor Jesús es un templo del Espíritu Santo (1 Co. 6:19).