Desde nuestro punto de vista actual, sabemos que Belén se convirtió en tierra santa esa noche hace mucho tiempo cuando el llanto de un bebé rasgó el aire, y Dios se envolvió en carne para habitar entre nosotros.
Belén se convirtió en tierra santa esa noche hace mucho tiempo cuando el llanto de un bebé rasgó el aire, y Dios se envolvió en carne para habitar entre nosotros.
Cuando Adán y Eva fueron colocados en el Jardín del Edén, Belén no existía. Pero Dios lo sabía.
Cuando los hijos de Israel salieron de Egipto por una tierra que fluía leche y miel, no tenían idea de lo que sucedería en una ladera de Judea siglos después. Pero Dios lo sabía.
Cuando David se sentó en su trono en Jerusalén, y generaciones de reyes descendieron de él, no entendieron a un bebé en un pesebre. Pero Dios lo sabía.
Cuando Miqueas habló siglos antes del evento bendecido, Belén era una ciudad poco conocida. Pero Dios lo sabía.
En un lugar insignificante en el mapa, saldría un Gobernante eterno. Dios lo sabia. Miqueas habló. Setecientos años después, nació el Mesías.
Bendición:
Que el Señor te bendiga y te guarde. Que el Señor haga que su rostro brille sobre ti y sea misericordioso contigo y te dé su paz. La palabra de Dios nunca falla. Toda promesa es verdadera. Gracias a Dios por el Mesías, su Hijo y nuestro Salvador. ¡Confíe solo en Él!