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SACERDOTE

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SACERDOTE

Ministro especialmente designado para el culto, oficiando ante el altar, y ejecutor de ciertos ritos en nombre de la comunidad. Siendo mediadores entre el hombre y la divinidad, los sacerdotes constituían por lo general una casta entre los egipcios, madianitas, filisteos y griegos (Gn. 47:22; Éx. 2:16; 1 S. 6:2; Hch. 14:13). En los
albores de la humanidad eran los mismos individuos los que ejercían ciertas funciones religiosas antes de la organización del sacerdocio. Los patriarcas asumieron estas funciones para sus familias, como se observa en los casos de Noé, Abraham, Isaac, Jacob, Job, etc. El caudillo de un pueblo estaba asimismo revestido del cargo sacerdotal.
En la época del éxodo había ciertos israelitas que poseían esta prerrogativa por derecho natural. El crecimiento de la cantidad de hebreos que recurrían a sus servicios parece haber llevado a los

israelitas investidos de funciones sagradas a dedicarse a ello a tiempo completo (Éx. 19:22). Al establecerse el código levítico, sin embargo, el sacerdocio quedó limitado a la casa de Aarón. En épocas de desconcierto nacional y de apostasía, cuando Dios se manifestaba directamente a un hombre, éste reconocía de inmediato su derecho a sacrificar sin pasar por los mediadores oficiales (Jue. 6:18, 24, 26; 13:16). Después del cisma, los israelitas piadosos del reino del norte no pudieron ya recurrir al sacerdocio oficial, que tenía su centro en Jerusalén, capital del reino de Judá; para poder ofrecer los sacrificios prescritos, muchos de los piadosos emigraron al reino del sur (cfr. 2 Cr. 15:9; 30:5-11 ss.; 35:16-19). Como en la época de apostasía de los Jueces, Elías preparó un holocausto excepcional, bajo la autoridad de Dios, en la guerra de Jehová contra Baal. Sin embargo, para evidenciar, además del poder de Dios, el hecho de que no había autorización para que los hombres asumieran una posición de independencia frente al santuario de Jerusalén en tanto que el Señor lo reconocía, fue Jehová mismo quien lanzó fuego desde el cielo para consumir el sacrificio dispuesto por Elías (cfr. 1 R. 18:20-40). Así, no se puede presentar este sacrificio de Elías como «un ejemplo de ofrecimiento de sacrificios de israelitas piadosos en el reino del norte» con independencia del sacerdocio aarónico centrado en Jerusalén. Los israelitas verdaderamente piadosos debían ofrecer sus sacrificios no por sí mismos, sino en Jerusalén. El pueblo de los hijos de Israel, llamado en el Sinaí a formar una nación organizada, recibió al mismo tiempo un santuario y un cuerpo sacerdotal dignos de Jehová. Aarón y sus hijos fueron los designados para el sacerdocio, declarado hereditario, y reservado a la familia de Aarón (Éx. 28:1; 40:12-15; Nm. 16:40; 17; 18:1-8; cfr. Dt.
10:6; 1 R. 8:4; Esd. 2:36 ss.). Todos los hijos de Aarón que no adolecieran de defectos corporales eran sacerdotes (Lv. 21:16 ss.). Cuando se menciona su clase, se trata de los «sacerdotes» o de los «sacerdotes hijos de Aarón», alusión a su ascendencia (Lv. 1:5; 2 Cr. 26:18; 29:21; 35:14;
cfr. Nm. 3:3; 10:8; Jos. 21:19; Neh. 10:38);
también se los nombra como «los sacerdotes levitas», haciendo referencia a su tribu (Dt. 17:9, 18; 18:1; Jos. 3:3; 8:33; 2 Cr. 23:18; 30:27; Jer.
33:18, 21; cfr. Éx. 38:21). Más tarde, se dijo: «los sacerdotes levitas hijos de Sadoc», que es designación de una rama de la familia de Aarón (Ez. 44:15; cfr. 43:19). Esta manera de designar a los siervos del culto era corriente, al mantenerse la distinción entre los simples levitas, ayudantes en el acto del sacrificio (Nm. 1:47-54), y los

sacerdotes propiamente dichos (Éx. 28:1). El sacrificio sobre el altar del Tabernáculo y el uso del Urim y del Tumim estaban estrictamente reservados a la familia de Aarón, como lo demuestra la historia.
Los sacerdotes tenían tres deberes esenciales:
(1) el servicio del Señor en el santuario;
(2) la enseñanza de la Ley al pueblo;
(3) consultar a Jehová por el pueblo, mediante el Urim y el Tumim (Éx. 28:30; Esd. 2:63; Nm. 16:40; 18:5; 2 Cr. 15:3; Jer. 18:18; Éx. 7:26; Mi. 3:11).
Los sacerdotes estaban sometidos a unas normas particulares (Lv. 10:8 ss.). Les estaba prohibido casarse con una mujer deshonrada o repudiada. Tenían que casarse con una israelita que fuera, o bien virgen, o viuda, y cuya genealogía estuviera comprobada (Lv. 21:7; Esd. 10:18, 19; Contra Apión 1:7). En el ejercicio de sus funciones llevaba vestiduras sagradas, cuyo uso estaba prohibido fuera del Templo:
(a) Los calzones, que iban de la cintura a los muslos.
(b) La túnica, ajustada al cuerpo, de una sola pieza, sin costura, que llegaba (por lo menos en época tardía) a los tobillos, y ceñida sobre los riñones con un cinto bordado con colores simbólicos.
(c) Un turbante.
Todas estas piezas eran de lino fino (Éx. 28:39-42; Ant. 3:7, 1-3).
En las ceremonias religiosas, tanto los sacerdotes como los levitas llevaban un sencillo efod de lino; no era obligatorio llevar estas vestiduras, que no tenían comparación posible con el lujoso efod del sumo sacerdote (1 S. 2:18; 22:18; 2 S. 6:14).

Los sacerdotes descendientes de Aarón (sin duda, la tercera generación) recibieron, en conformidad con la regla mosaica, trece ciudades con sus pastos y tierras, suficientes asimismo para sus descendientes (Jos. 21:10-19), cuyo número aumentó considerablemente con el transcurso de los siglos. Es por ello que los sacerdotes fueron divididos por David en veinticuatro órdenes. Durante las semanas de grandes solemnidades, los veinticuatro órdenes oficiaban simultáneamente, pero por lo general sólo un orden efectuaba su servicio cada semana; el cambio tenía lugar durante el sábado, antes del sacrificio de la tarde (1 Cr. 24:1-19; 2 R. 11:5, 9; Ant 7:14, 7). Del
exilio babilónico sólo volvieron cuatro órdenes sacerdotales con Zorobabel (Esd. 2:36-38); sin embargo, más tarde fueron reconstituidos los veinticuatro órdenes (cfr. Lc. 1:5, 9). Los

sacerdotes estaban constituidos en una jerarquía encabezada por el sumo sacerdote. Inmediatamente por debajo de él se hallaba un sacerdote (2 R. 25:18) que posiblemente pueda ser identificado como el «príncipe de la casa de Dios» (2 Cr. 31:13; Neh. 11:11) y con el «jefe de la guardia del Templo» (Hch. 4:1; 5:24). Los principales sacerdotes mencionados en el NT eran el sumo sacerdote reinante, los sumos sacerdotes precedentes aún vivos, y los miembros de sus familias. La confusión política reinante y la dominación extranjera habían invalidado de facto las provisiones de la Ley en cuanto a la sucesión del sumo sacerdote. Ya desde los tiempos de los Seléucidas, y como también sucedía con los romanos, el cargo del sumo sacerdocio estaba sometido a los avatares políticos. Los romanos designaban y destituían a su placer a los hombres investidos de este importantísimo cargo (véase QUMRÁN [MANUSCRITOS DE], VI, apartado
Bosquejo histórico del qumranismo).
El sacerdocio en la dispensación de la gracia.
En el AT la jerarquía religiosa se presentaba de la siguiente manera:
(a) Aarón (o su sucesor), el sumo sacerdote, que tenía acceso una vez al año al Lugar Santísimo en el día de la expiación.
(b) Los sacerdotes y sus ayudantes los levitas, que ejercían el servicio del santuario.
(c) El pueblo, que podía presentar sus ofrendas en el lugar ante el altar de los holocaustos.
En el NT, Cristo es nuestro único y perfecto Sumo Sacerdote (He. 7:24-28). Los creyentes constituyen, todos ellos, un regio sacerdocio (1 P. 2:5, 9; cfr. Ap. 1:6; He. 10:19-22); la multitud que debe ser evangelizada y llevada ante la cruz del sacrificio expiatorio, la clave del camino que conduce a Dios. Así es que, admitiendo plenamente los dones y ministerios particulares (véase CARISMAS), el cristianismo no reconoce ningún tipo de clero, ninguna casta separada de sacerdotes; en el Nuevo Testamento la Iglesia entera es un reino de sacerdotes. (Véanse AARÓN, ALTAR, EXPIACIÓN [DÍA DE LA], LEVITAS, LEVÍTICO, OBLACIÓN, OFRENDAS, TABERNÁCULO, TEMPLO, etc.).