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PALABRA

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PALABRA

(heb. «dãbhãr»; gr. «logos»: palabra hablada, término con el que se hace referencia, en general, a lo que está en la mente del que habla, y
«rhema», «palabra» considerada en sí misma)
La relación de la palabra con el pensamiento es de sumo interés. En todo caso, la palabra es, en sentido general, la expresión del pensamiento, así como el molde en el que se expresa el pensamiento. Con más precisión: el pensamiento puede, en ocasiones, ser expresado en palabras aisladas («sí», «no», «nunca», etc.). Sin embargo, lo normal es que la expresión sea dada en unidades de significado constituidas por grupos de palabras que se modifican entre sí. El lenguaje viene a ser así el medio dinámico por medio del que el pensamiento de una mente es comunicado a otra mente. (Véase LENGUAJE.)
El concepto de Palabra de Dios expresa la comunicación de la mente y de los propósitos de Dios al hombre por medio de una revelación proposicional (esto es, expresada por medio de proposiciones). En esta comunicación de la mente de Dios al hombre se utilizan diversos medios (véase INSPIRACIÓN). La fórmula clásica utilizada en el AT es: «Palabra de Jehová que vino a (lit.: «fue a)…» (Os. 1:1; cfr. Ez. 1:3; 12:8, etc.; Jon. 1:1; 3:1; Mi. 1:1, etc.). La «Palabra de Dios» es así una extensión de la personalidad divina, mediante la cual ésta es expuesta de una manera racional y manifestada con autoridad divina (Sal. 103:20; Dt. 12:32), por lo que debe ser obedecida por todos, sean ángeles u hombres. La Palabra de Dios tiene poder:
creador (Gn. 1; Sal. 33:6),
preservador (Sal. 147:15-18), regenerador (Ez. 37, etc.) y
para salvación (Is. 50:4; 61:1, etc.).
El Salmo 119 se refiere constantemente a la Ley escrita como Palabra de Dios.
Por lo que respecta al NT, se usa superlativamente el término «logos» del mensaje del Evangelio (Mr.

2:2; Hch. 6:2; Gá. 6:6), aparte de su uso para designar a Aquel que es la Palabra viva del Dios viviente y predicado por el Evangelio (véase LOGOS). «Rhema» también es usado para denotar el mensaje del Evangelio (Ro. 10:8; Ef. 6:17; He. 6:5, etc.).
La Palabra de Dios es mencionada por el Señor Jesús en la parábola del sembrador (Lc. 8:11; cfr. pasajes paralelos), y también como contrapuesta a la tradición humana (Mr. 7:13). En los Evangelios Sinópticos, el Señor siempre se refiere a Su mensaje en forma plural («palabras», Mt. 24:5 y paralelos; Mr. 8:38; Lc. 24:44). En cambio, se halla frecuentemente en forma singular en el cuarto Evangelio. La palabra de Cristo es:
de verdad (Ef. 1:3; Stg. 1:18), de vida (Fil. 2:16),
de la cruz (1 Co. 1:18),
de reconciliación (2 Co. 5:19), de salvación (Hch. 13:26),
de la fe (1 Ti. 4:6), de justicia (He. 5:13),
de exhortación (He. 13:22).
Es por la palabra de Su poder que Cristo creó todas las cosas (He. 11:3; 2 P. 3:5), y
es mediante esta misma palabra que las sustenta (He. 1:3).
Es una palabra viva y eficaz (He. 4:12) y que permanece para siempre (1 P. 1:25).