LIMOSNA
Este termino no se halla en nuestras versiones del AT (en cambio, es frecuente en los libros apocrifos), pero el acto de benevolencia que se expresa con ella tenia un gran lugar en Israel.
Jb. 29:12-13 nos muestra que el acto de dar limosnas ya se conocia desde la mas remota antigüedad. La ley de Moises decia de manera formal: «Porque no faltaron menesterosos en medio de la tierra; por eso yo te mando, diciendo: Abriras tu mano a tu hermano, al pobre y al menesteroso en tu tierra» (Dt. 15:11).
A los pobres se les tenia que dejar el rebusco despues de la siega y de la recogida de los frutos (Lv. 23:22; Dt. 24:19-21). Cada tres años les era dado el diezmo a ellos (Dt. 14:28, 29), lo mismo que el producto de la tierra durante el septimo año, o año sabatico (ex. 23:11). En los banquetes de las fiestas anuales, se tenia que invitar al pobre, al
extraño, al huerfano, a la viuda, y al levita (Dt. 16:11-14). Estos actos de amor practico formaban parte de la «justicia» del verdadero israelita (Dt. 24:13; Pr. 10:2). Es muy natural que la distribucion de limosnas viniera a ser considerada como una virtud, y su ausencia como un grave pecado (Ez. 18:7; Pr. 19:17; Is. 58:6-7). Sin
embargo, cuando la falta de observacion de la ley y las desgracias nacionales de Israel produjeron una pobreza mas generalizada, se ordeno la recogida de ofrendas regulares de alimentos y comida.
En el NT, Jesus recomienda dar limosna con discrecion, y no «para ser alabado de los hombres» (Mt. 6:2-4). La actitud del dador tiene mas importancia que el valor material del don (Mr. 12:41-44). El verdadero cristiano no puede negarse a ayudar a los indigentes (Lc. 3:10, 11; 6:30; 12:33; 14:13-14; 18:22; Mt. 25:35-46).
Los primeros cristianos llevaban a cabo distribuciones entre los destituidos entre ellos (Hch. 2:45; 4:34-35; 6:1) hasta tal punto que se tuvo que llegar al nombramiento de diaconos para supervisar esta actividad (Hch. 6:2-3). Tabita hacia muchas buenas obras y limosnas (Hch. 9:36), al igual que Cornelio (Hch. 10:2, 4). En cuanto a los apostoles, ellos no cesaban de practicar y recomendar la accion de compartir de lo propio (cfr. Hch. 11:29; 20:34-35; Ro. 12:8, 13;
15:26-27; 1 Co. 16:1-3; 2 Co. 8:1-4, 13; 9:6-15;
Ef. 4:28; 1 Ti. 6:18; He. 13:16).
Sin embargo, las Escrituras no alientan la indolencia ni la pobreza que ella provoca (2 Ts. 3:10-12), pero expresa de una manera admirable el capitulo que debe inspirar nuestras acciones con respecto a los «economicamente debiles» (1 Jn. 3:16-17).